Un mundo sin fin

Impresionante. Totalmente recomendado. Si te gustó Los pilares de la tierra, no puedes dejar de leer esta segunda parte de Ken Follet Un mundo sin fin.

Descendientes de los protagonistas del anterior libro son los protagonistas de este apasionante relato, donde las vidas de muchas personas quedan entrelazadas entre ellas y el tiempo. Precioso juego de estrategia que monta el autor con las posiciones sociales de ellos, librando distintas disputas para cada familia o individuo.

No tiene desperdicio, me ha hecho pasar una semanita y algo enganchado totalmente al libro.

¿Todaví­a no lo has leí­do?

Los Crí­menes de Oxford

La pelí­cula prometí­a bastante los primeros minutos. Parecí­a que tendrí­a un contenido friki interesante, haciendo algunas referencias matemáticas que me llevaron a recordar directamente a cuando leí­ el criptonomicon.

Desgraciadamete la cosa afloja un poco según avanza la pelí­cula y para colmo nos tocó al lado una señora que la pobre debí­a ser deficiente mental o algo por el estilo, por que lo de coger el móvil en plena pelí­cula por dos veces y encima dar conversación, eso pone de mala uva. Pero si además no para de bostezar (de forma muy sonora), levantarse para quitarse y ponerse la chaqueta repetidas veces y preguntar si le queda mucho a la pelí­cula, supongo que ya eso saca de sus casillas a cualquiera, así­ que no serí­a justo que comentase la pelí­cula de forma negativa. Seguramente me la fastidió la del asiento de mi derecha. :(

Y eso que yo soy de los que disfruta visitando las salas de cine con cierta frecuencia, pero vamos, a este paso (me estoy haciendo un viejo cascarrabias), creo que terminaré por verlas todas en casita. :P

Buenos y malos profesionales

En un par de dí­as he tenido una serie de experiencias profesionales interesantes, dignas de reflexión.

Por un lado, he tenido la desgracia de contactar con el «responsable de informática» de una de las empresas a las que dábamos soporte hace un tiempo. El responsable en cuestión, que se hizo cargo de una red pequeña, con sólo un par de servidores GNU/Linux y unos pocos servicios para una red de equipos de oficina, al parecer no tiene ni la más remota idea de lo que es un GNU/Linux. Es más, no sabe ni como «entrar» en ellos.

Es triste, pero es así­. Un «profesional» que se hace cargo de algo así­, le entregamos una documentación sobre todo lo que hay montado, servicios, funcionamiento… Y cuando pasan unos meses te enteras que no sabe ni como hacer login en los servidores. Y pensar que nosotros (el equipo informático al que pertenezco) nos preocupamos por hacer las cosas todo lo mejor que podemos. Snif!!!

Pero siempre hay otra cara de la moneda. Ayer, sin ir más lejos, aquí­ el que escribe metió la pata hasta el fondo con un servidor. Hice algo que deberí­a haber pensado unos segundos más antes de hacerlo y dejé sin servicio un servidor entero, lo que significa que mucha gente se quedó sin sus herramientas de trabajo habituales. :P

Mientras solucionaba mi metedura de pata con un plan de contingencia ya establecido para estos casos, tení­a en mente ese servidor, esa consola abierta, esos comandos inoportunos y mi incompetencia. Dos horas más tarde todo habí­a vuelto a la normalidad.

Lo bueno viene que hoy me comenta Xisco Lladó que ayer le abrieron una incidencia referente a ese servidor (inutilizado desde mi metedura de pata) los proveedores del servicio. Se habí­an dado cuenta del problema, tras hacer algunas comprobaciones realizaron la pertinente reparación y además pusieron sobre aviso de «como» se habí­a realizado, indicando que se revisase la seguridad de ese servidor y confirmar que no estaba comprometido.

Estos son buenos profesionales. Un buen servicio y sin duda eficaces. Profesionalmente, de mayor quiero ser como ellos. :P

La reflexión es: ¿Este es el famoso equilibrio mundial del que se habla? ¿Por un profesional ejemplar y competente debe haber siempre en algún lado un completo inutil que compense la balanza? ¿El famoso Ying Yang?

Cada vez más viejo

Es evidente que me hago cada vez más viejo. Muy viejo.

Hoy me he visto en esa situación en las que yo veí­a antes, siendo un muchacho, a mis mayores próximos, contando «batallitas».

Hoy he estado recordando y explicando lo bonito que era ser «radio aficcionado», usar emisoras de 27Mhz, estudiar para EB (Eco Bravo), EC (Eco Charlie) o EA (Eco Alfa), hacer Packet radio con un modem, conectarse a BBS… Podrí­a seguir durante horas.

Todo esto era mucho antes de que existiesen (al menos que se popularizasen) los móviles y lo que hoy conocemos como Internet. Donde comunicarte con alguien a miles de kilómetros de distancia suponí­a toda una hazaña y donde yo, hace ya unos cuantos años (que no pienso calcular), descubrí­ mi interés por ser un «hacker» de los gadgets tecnológicos.

En aquellos años era apasionante hacerte con los planos de una antena dipolo o una antena yagi para ganar unos cuantos dB extra y pasar apasionantes ratos fabricando y compartiendo experiencias con otros «hackers» de la radio.

Noches interminables de conversaciones con una serie de voces totalemente desconocidas que terminaban siendo grandes amigos, interesantes opiniones y respetables debatientes (me rio yo de los debates de ahora en cualquier canal de televisión).

Siempre me he considerado un ignorante de todas estas cosas, he tenido la suerte de conocer gente con unos conocimientos que sorprenden a cualquiera. Gente que me hizo interesarme por un mundillo apasionante que poco a poco se fué convirtiendo de hondas de radio en bits, en cacharros con procesadores, en un modem, en una conexión telefónica con una BBS de la pení­nsula a la que no me podí­a conectar demasiado por que mis padres me matarí­an si les llegaba una factura elevada de teléfono.

A una red llamada «Infovia», que en su dí­a parecí­a una fuente de datos inmensa (y poco después descubrí­ todo lo contrario). A las primeras conexiones con la verdadera «Internet», apasionantes minutos de lentitud y descargas para luego, una vez desconectado, leer con toda la calma y el interés la información descargada (que siempre traí­a nuevas incógnitas que buscar en la siguiente conexión).

A una «Internet» sin Google. Donde buscar palabras en algún buscador podí­a no devolverte ningún resultado (sí­, sí­, en serio), o donde con cierto script podí­as tirar abajo ciertos servidores de servicio público y los guardabas en disquetes con interes clandestino, en lo más prufundo de los cajones del escritorio.

Cuando se leí­an las noticias tecnológicas en papel. Cuando un manual de cualquier cosa interesante no se quedaba obsoleto en seis meses. Cuando me sentaba en el ordenador al atardecer y de pronto (o esa era mi sensación) salí­a el sol de nuevo madrugando más de la cuenta.

Cuando no quedó más remedio que desenpolvar mis pocos conocimientos de radio cuando empezaron las primeras tarjetas «Wireless» a funcionar en los PCs. Montando enlaces inalámbricos mucho antes de que la mayorí­a de fabricantes sacasen sus portátiles con «Wireless» de serie.

Sin duda me hago cada vez más viejo. Hoy utilizo los gadgets para cosas prácticas. Me siento ante los portátiles para cosas ociosas y cada vez menos si no estoy en el trabajo.

Ya hace mucho que no me instalo una Debian SID (sólo instalo servidores «estables»).

Ya casi no recompilo kernels.

Sí­, soy viejo, cada vez más viejo…

P.D.: Parece que Ricardo Galli también tiene un «problema» con la edad. :)