Una de las muchas cosas buenas que tiene tener un hijo es que de pronto te encuentras totalmente rodeado de juguetes. Para un aficcionado como yo a la fotografía, es imposible verlos y no querer hacer algún experimento con la luz, con el contraste, con la profundidad de campo… Al fin y al cabo, se convierten en modelos «muy obedientes» con los que jugar.