No me esperaba que estuviese «tan joven y tan viejo», dando la talla con su voz rota. Mucho menos me esperaba que «el flaco» andase en una época tan romanticón.
Me toco la fibra en más de una ocasión, emocionandome más de la cuenta. Y teniendo en cuenta que ya llevo bastantes conciertos del Martinez y compañía a mis espaldas, no me esperaba más de la típica piel de gallina de concierto en directo.
A sus cincuenta y muchos, ya no está para saltos y bailoteos de escenario. Supongo que los excesos acaban pasando factura tarde o temprano. Pero cumple con un concierto llevado desde un taburete y su vaso de, lo que supongo, whisky con hielo.
A pesar de que me toco tener alrededor una panda de mal educados (lo malo de tener asientos numerados es que no puedes cambiarte de sitio si te ocurre esto), la velada y mi acompañante han superado de mucho mis espectativas. Realmente mereció la pena ir al concierto.
Después del concierto, al dejar a mi acompañante en su destino, he disfrutado y reido todo lo que me hacía falta para volver a cierta serenidad mental, tomando unas copas en las barras más concurridas de la zona.
Ultimamente me estoy haciendo demasiado asiduo a las noches de fiesta, al final me veo perdiendo la apuesta.